Vivo en una ciudad fea
Vivo en una ciudad fea. Así de claro y así de sencillo: vivo en una ciudad fea al igual que el 80% del resto de la gente, si aumento el porcentaje seguro que alguno se pone muy nervioso, así que lo dejo en un 80%, y como se trata de un dato subjetivo, seguro que nadie lo cuestiona.
Ahora bien, ¿En qué me baso para decir que vivo en una ciudad fea? Pues muy sencillo, en observar la realidad, algo que todos podemos hacer dándonos una vuelta por nuestro barrio. Y para ser concisos y concretos, intentaré enumerar algunos de los muchos argumentos que me convencen de semejante afirmación.
Por qué vivimos en ciudades llenas de fealdad
1-Hoy en día las reglas que rigen la vida de las personas son: competencia, eficiencia y una muy divertida y reciente: excelencia. Así pues la competencia esta muy directamente relacionada con el bajo coste de la producción, la eficiencia con la funcionalidad y la excelencia con la distinción y el sentimiento de clase. Ni la belleza, ni la estética ni el espíritu, por no decir, la filosofía o la religión son conceptos que guíen nuestro comportamiento hoy en día, así pues eso de la arquitectura es algo que dejamos para bohemios y pseudoartístas….
Sirva como ejemplo: El año pasado asistimos a una exposición en Bruselas que se organizó en una galeria comercial que tenía la particularidad de encontrarse en una antigua nave industrial de principios de siglo XX cuya belleza era extraordinaria: capiteles de fundición sobre pilares esbeltos que sostenían una cuidada estructura de perfiles metálicos y que a su vez soportaban una cubrición que en algunas partes era de cristal, suelos de adoquín, muros y cerramientos de ladrillo con detalles en dinteles y jambas, etc… Y se trataba de un viejo almacén, crees que alguna nave de los actuales polígonos industriales pueda ser aprovechada en algún momento como lugar para exposiciones dentro de unas décadas? Posiblemente no, por que ni a la eficiencia ni a la competencia ni a la excelencia les preocupa mucho si el almacen es bonito o feo, lo único que les importa es que los costes de mantenimiento sean lo más bajo posible.
2-Construir es algo muy caro. La construcción, sobretodo la de viviendas, es demasiado cara, y teniendo en cuenta que la mayoría de las personas reservan más del 50% de sus ingresos para el pago de una casa, es evidente que buscarán lo más simple (y digo simple que no sencillo) y lo más barato y muchas veces de poca calidad, frente a gastos secundarios como invertir en tiempo en bellos diseños y construcciones.
3-Vivir se reduce hoy a dinero. Esta realidad es para algunos algo inmutable, me explico: algunos piensan que siempre ha sido así y que siempre será así. Para ellos Ni existen otras realidades ni les gustaría que existiesen. Pues se equivocan.
No hace mucho la ciudad no era sólo un espacio funcional donde sólo primaba la economía. No, la ciudad era un espacio para vivir y el dinero era sólo un medio y no un fin, había otras cosas importantes que estaban por encima del dinero, y una de ellas era la belleza de los espacios que habitaban, otras eran la espiritualidad, las relaciones sociales, etc…
4-La maldita especulación. El urbanismo ha estado siempre en manos de los poderes públicos, y lo cierto es que no puede ser de otra forma, pero lamentablemente hay épocas las que la ocupación del territorio ha estado acompañada de lamentables consecuencias: desde guerras promocionadas por el ansia colonizadora de los países hasta la destrucción del patrimonio natural de reservas de la bioesfera, pero siempre aparece un denomidador común, la avaricia del ser humano.
La especulación y la gestión de un recurso escaso como la tierra son objeto de intereses económicos no siempre justificados que terminan haciendo que los costes de construcción aumenten tanto que, cuestiones como el respeto a la naturaleza, la justicia social y como no, la belleza queden relegados a un segundo plano.
Y dicho esto, ¿Qué esperábamos? una de las consecuencias es que vivimos en ciudades feas donde lo bello es algo totalmente secundario.
Vivo en una ciudad fea
Por qué vivimos en ciudades llenas de fealdad