Muxia, allá en la costa da morte
Muxia, allá en la costa da morte. En el extremo más occidental de la península ibérica, Muxia parece emerger del mar y prolongarse hasta la punta da Barca donde se alza su faro. Frente a Camariñas, su puerto centraliza los servicios y el comercio, ocupando a sus gentes en las tareas pesqueras. La tradicional simbiosis entre pesca y agricultura que perviven en las tierras circundantes encuentra aquí su excepción. Mientras que la actividad del municipio descansa en la agricultura, la ganadería y la explotación forestal, la villa pone los cinco sentidos en su dinámico sector pesquero.
En su puerto podrás encontrar desde pequeños barcos a grandes navíos, facilitando la pesca en grandes caladeros, imprescindible para la merluza y el besugo. La captura del congrio apenas se practica ya, mientras que la palometa es un valor en alza. Los crustáceos y los moluscos han pasado a un modesto segundo plano, destacando la nécora, el percebe y la langosta entre los primeros, y el berberecho, rey de los moluscos, que se extrae en la playa de Leís.
Muxia, allá en la costa da morte. Una tierra de pescadores y barcas de piedra
A Virxen da Barca, guía de pescadores y viajeros del mar, despunta entre todos los santuarios marianos de Galicia por la antigüedad que atesora y el fervor que despierta, presente tanto en historias escritas sobre los milagros allí acaecidos, como en la tradición oral de las leyendas populares. La propia Rosalía de Castro le dedica una de sus composiciones más célebres y celebradas.
Dicen que, cuando Santiago Apóstol predicaba en tierras de Fisterra fue asaltado por innumerables desdichas y calamidades. Hallándose desalentado a orillas del mar de Muxía vió aparecer con asombro una barca de piedra sobre las aguas. En ella viajaba la virgen, que acudía a su encuentro para consolarlo. Los años pasaron y La Barca permanecían en el lugar de los hechos, hasta que un día se encontró bajo ella una imagen de Nuestra Señora. Fue llevada inmediatamente a la iglesia pero, como suele suceder en estos casos, la imagen volvió inexplicablemente al lugar donde se había encontrado. Y allí se levantó el Santuario.
Es posible que en Muxía se levantaran los primeros monasterios gallegos, y de Monquía o lugar de monjes le vino el nombre. Durante la edad media la villa se convierte en estación obligada en la ruta jacobea que se prolonga hasta Fisterra, y aún se conservan las ruinas del hospital de peregrinos para auxiliar a sus devotos pasos de los romeros santiaguistas. En el siglo XVII, la devoción a la virgen de la barca crece en fama e importancia. Como la capacidad del primitivo albergue era escasa, en 1726 se funda un convento de trinitarios para dar cobijo a los peregrinos.
En Galicia determinadas rocas desempeñan un papel estelar dentro de la religión popular, y se le rinde auténtico culto. Sin embargo, no se veneran por ellas mismas como objeto, sino como expresión de la perpetuidad de lo sagrado. Se les atribuye una finalidad adivinatoria y se cree a pie juntillas que responden positiva o negativamente, según avalen o no la consulta con su movimiento, siendo utilizadas incluso para averiguar la culpabilidad de los reos, que se transformaban en convictos si conseguían hacerla oscilar.
En el borde del mar y al pie del santuario permanecen las tres piedras que forman la legendaria barca pétrea, con timón y vela incluidas. La piedra que representa la vela mide casi 9 m de largo, y esta es la Pedra avaladoira que en determinada posición puede oscilar toda su masa con un pequeño impulso.
La romería de la Virxen da barca se celebra del 7 al 10 de septiembre, y congrega a un ejército de devotos que bailan sobre la piedra para hacerla oscilar en espera de una legendaria respuesta.
Fuente fotos:pinterest
®redactado por equipo editorial de construccion.vilssa
Muxia, allá en la costa da morte
Muxia, allá en la costa da morte. Una tierra de pescadores y barcas de piedra